EL RINCONCILLO: UN PASEO DE IDEA Y VUELTA
El Rinconcillo, esa playa urbana que todos los algecireños aman con pasión.
El Rinconcillo, es la playa-frontera-límite en la que el vecino, el trabajador de la mar, convive, en perfecta simbiosis, con el bañista que acude a aliviar la sensación de ahogo y humedad tropical que produce el viento de Levante, dominante en la zona de la bahía.
No existe separación entre la colada tendida al viento, la embarcación que es medio de trabajo y la pareja de jubilados que se asienta frente a la Roca dejando pasar ese tiempo ganado a la vida tras la jubilación.
La frontera es la arena y la arena marca el territorio.
Para los algecireños, la playa de El Rinconcillo está unida íntimamente a la de Palmones, remedo esta última de un pasado esplendoroso y ahora cercenada y mutilada por una salvaje acería.
Y en medio, separando la una de la otra, el río de Las Cañas que, con marea baja, deja ver las curiosas formaciones en el arenal de su orilla derecha.
Al fondo, la omnipresente roca británica.
El puerto también forma parte del paisaje de esta bahía y de esta playa entrañable. Superpuerto que no siempre estuvo ahí y que ahora se hace presente, día y noche, con su incesante tráfico de cargueros y su insidioso palpitar de sonidos de grúas y contenedores.
Entre medio, algunos búnkeres sin sentido ya, el chiringuito de Casa Maruja o el servicio municipal de limpieza de la playa con su renqueante tractor.
Este trabajo no es sino la memoria de un largo paseo de ida y vuelta en un lánguido y cubierto mediodía del mes de septiembre del año 2016.
EL RINCONCILLO: UN PASEO DE IDEA Y VUELTA
El Rinconcillo, esa playa urbana que todos los algecireños aman con pasión.
El Rinconcillo, es la playa-frontera-límite en la que el vecino, el trabajador de la mar, convive, en perfecta simbiosis, con el bañista que acude a aliviar la sensación de ahogo y humedad tropical que produce el viento de Levante, dominante en la zona de la bahía.
No existe separación entre la colada tendida al viento, la embarcación que es medio de trabajo y la pareja de jubilados que se asienta frente a la Roca dejando pasar ese tiempo ganado a la vida tras la jubilación.
La frontera es la arena y la arena marca el territorio.
Para los algecireños, la playa de El Rinconcillo está unida íntimamente a la de Palmones, remedo esta última de un pasado esplendoroso y ahora cercenada y mutilada por una salvaje acería.
Y en medio, separando la una de la otra, el río de Las Cañas que, con marea baja, deja ver las curiosas formaciones en el arenal de su orilla derecha.
Al fondo, la omnipresente roca británica.
El puerto también forma parte del paisaje de esta bahía y de esta playa entrañable. Superpuerto que no siempre estuvo ahí y que ahora se hace presente, día y noche, con su incesante tráfico de cargueros y su insidioso palpitar de sonidos de grúas y contenedores.
Entre medio, algunos búnkeres sin sentido ya, el chiringuito de Casa Maruja o el servicio municipal de limpieza de la playa con su renqueante tractor.
Este trabajo no es sino la memoria de un largo paseo de ida y vuelta en un lánguido y cubierto mediodía del mes de septiembre del año 2016.